Sin duda la música ha
tenido un destacado papel en las movilizaciones sociales; pues entre
sus muchas cualidades está la de transmitir una determinada carga
política. Incluso sirve de seña de identidad una determinada
ideología, sociedad o cultura.
En el Siglo XIX y con la
formación de los Estados en el sentido moderno del término, la
música pasa a tomar un carácter de “representación” de los
mismos a través de los Himnos Nacionales.
Pero en esto también
España es diferente. Todos los intentos de establecer uno fueron un
fracaso.
Aunque la “Marcha Real”
funcionó “de hecho” como música de representación, carecía de
características básicas para ser considerado “Himno
Nacional”: carga simbólica y apoyo popular; y por no tener no tenía
ni letra.
Hoy contaré la historia
de uno de esos fallidos intentos. De haber prosperado hoy día
tendríamos un Himno, digamos....curioso; pues todos los gustos son
respetables.
Tras la Restauración Borbónica en 1874 Alfonso XII se convierte en Rey de España, la Marcha Real sirve para rendirle honores. Pero se suscitan muchas críticas cuando sonaba para recibir a autoridades como el Presidente del Gobierno (criticaron mucho a Cánovas por ello).
En 1886 se estrena en el
Teatro Apolo de Madrid la Zarzuela “Cádiz” del Maestro Chueca y
de Velarde. Al final del Primer Acto los soldados victoriosos frente
a los franceses desfilan y gritan “Viva España” al compás de
una Marcha. Aquello fue un escándalo el publico entusiasmado y de
pié en las butacas coreando los vivas al son de la música y
cantándola por la calle al salir de la representaciones.
La Marcha de Cádiz fue
como dicen allí : “un pelotazo”. Todas las bandas la tocaban en
los desfiles y las orquestas y poco a poco llegó a ser archiconocida
y muy popular, un verdadero Himno que a todos conmovía Solo tenía
un “pequeño fallo”: el pueblo no se sabía la letra original del
coro de la Zarzuela (que por otro lado hacía referencia al Asedio de
Cádiz) y solo pronunciaban el “Viva España”; eso si; a voz en
cuello.
Se trató de subsanar
convocando un Concurso para dotarlo de una letra adecuada El Jurado
era prestigioso: el propio Chueca, los Maestros Chapí y Bretón, el
propio libretista Velarde, los escritores Ramos Carrión y Manuel De
Palacio ,además presididos por Núñez de Arce. Más de doscientos
concursantes, pero lo declararon:Desierto. Fundamentalmente porque
casi todas eran de un contenido demasiado guerrero y belicoso y se
buscaba una letra para ser cantada “en toda ocasión”.
El verdadero auge llegó
con la Guerra de Melilla de 1893,donde se tocaba sistemáticamente en
los embarques de los soldados y manifestaciones patrióticas. .Se
había convertido “oficiosamente” en Himno Nacional por
“aclamación popular” y así era reconocido. Hasta el Ministro de
la Guerra condecoró a Chueca en 1896 (Cruz Blanca al Mérito
Militar).
Al paso de sus notas
marcharon también nuestros soldados a Cuba y Filipinas, y con ellas
regresaron. Y eso marcó el inicio del fin de la Marcha de Cádiz.
Si aquella Guerra no se
hubiera perdido, hoy sería seguramente nuestro Himno. Pero la derrota
contagió también a la música y fue literalmente “proscrito” de
todos los repertorios.
Como suele suceder “todo
el mundo hace leña del árbol caído”, más aún en el ambiente de
profundo pesimismo que impregnó a la sociedad española en aquel
fatídico año. Surgieron voces acusándola a la Marcha de
“zarzuelera”, "cancanesca" “nacida en un teatro” y de
insuflar “patrioterismo” ,"guerras temerarias y aventuras
suicidas”.
En fin, un intento más,
el último del Siglo XIX.A éstas alturas estamos casi igual. Y es
que no cambiamos.
Al menos nos queda ésta preciosa versión (sin letra) para Banda.
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