sábado, 21 de noviembre de 2020

El Circo Parlamentario

 


        Presenciando algunos debates parlamentarios en el Congreso de los Diputados en éstos últimos días, muchos se sorprenden de las malas formas, actitudes provocadoras e incluso chulescas e irrespetuosas de algunos señores Diputados con respecto a otros. Hemos visto mandar a “tomar por culo” a la Presidenta del Parlamento Andaluz, sacar plátanos (un recuerdo al inefable Fernando Sagaseta) e impresoras, solo falta un conejo de la chistera y ya tenemos el show.

        Nada sorprendente para mí. Solamente con repasar los Diarios de Sesiones de la II República nos podemos encontrar a menudo situaciones, frases y discursos de lo más “sustancioso”. Aquellas Cortes tan “idealizadas”, “ejemplares”, “democráticas” eran con frecuencia un auténtico “circo” donde insultos,amenazas, alborotos, jaleos, trifulcas e interrupciones a gritos eran frecuentes.

        También el gran escritor Wenceslao Fernández Flórez es una buena fuente de información, pues fue cronista parlamentario durante las últimas cortes de la monarquía y las primeras de la república. Publicaba sus crónicas en el ABC (están publicadas).

Como muestra, bien vale un botón. Lo relatamos a continuación. A ver si os suena de algo:

 

            La sesión del 4 de julio de 1934 se celebraba la última sesión del periodo. Se debatía sobre la actitud de rebeldía de la Generalidad de Cataluña la (había aprobado una Ley de Cultivos que fue declarada inconstitucional, como respuesta la Generalidad volvió a aprobar otra idéntica). El Parlamento debía apoyar al Gobierno de Ricardo Samper Ibáñez (de Partido Radical de Lerroux con apoyo de la CEDA) en forma de proposición de una moción de confianza para que resolviera el conflicto.

        Se escucharon las argumentaciones de José Calvo Sotelo, José María Albiñana, Indalecio Prieto, entre otros. Llegó el turno de José María Gil Robles, líder de la CEDA, que explicaba su voto de apoyo al Gobierno, siendo aplaudido ocasionalmente por los Diputados de su bancada.

        En medio de una de las pausas oratorias y en el silencio de la Cámara, el Diputado socialista por Huelva Sr. Juan Tirado Figueroa manifiesta en voz alta: “Es un canalla y un farsante”. El Diputado de la CEDA por Sevilla Jaime Oriol de la Puerta le pide que retire las palabras “No estoy dispuesto a tolerarle esa ofensa. O retira usted esa palabra o…» El representante del PSOE se negó a retractarse de esta manera: “Por las buenas le diré a usted que no quería molestarle; por las malas no rectifico una tilde.”

 

        Los andaluces siempre hemos sido de sangre caliente y el sevillano se abalanza sobre el onubense que lo recibe con un puñetazo bien dirigido a la cara. Varios Diputados socialistas se dirigen contra él para terminar “la faena” y lo derriban sobre un escaño. Se produce lo que podría llamar una “riña tumultuaria” con varios grupos de “padres de la Patria” dándose de mamporros por toda la sala. El líder de PSOE desde un escaño no demasiado lejano, saca su pistola, la amartilla y encañona a Jaime Oriol cuando trataba de reponerse. Afortunadamente no llegó a disparar.

        El presidente del Congreso, temiendo que aquello termine como una pelea de bandas en el Chicago de los 30, literalmente sale corriendo del hemiciclo y se atrinchera en su despacho.

        Algunos Diputados le piden al Sr. Rahola que ocupe el sillón presidencial y ponga orden en aquella algarabía, pero se niega. Un secretario tiene que anunciar a gritos en medio del alboroto que la sesión se interrumpirá cinco minutos. Nerviosos muchos se pusieron a fumar (entonces se podía), llenándose todo de humo.

        Reanudada la sesión vienen las explicaciones de los protagonistas: Prieto se justifica por la razón de que “un diputado socialista había sido agredido” y sale del paso con: “Es exacto que ha salido a la luz alguna pistola, por lo menos la mía; pero, desde luego (hago esta confesión, en la que no hay jactancia, sino, en todo caso, arrepentimiento), he sacado la pistola después de haber visto frente a mí otra ya fuera del bolsillo".

        Pero parece ser solo la vio él, por lo que Oriol le replica “El señor Prieto debe declarar quien es ese diputado que ha sacado la pistola. Lo indudable es que el señor Prieto esgrimió la suya. Es absolutamente intolerable que estemos deliberando en una cámara bajo la amenaza y la presión de unos señores que pretenden, cuando no tienen razones, emplear esa clase de argumentos”.

        Parecía que el Parlamento había estado a punto de convertirse en “Ok Corral”, duelo incluido.

        Entretanto han conseguido que el presidente vuelva a su puesto y pronuncie unas palabras de exortación: “No es lícito, señores diputados, que, en presencia de tantas contrariedades, de tantas miserias, de tantas amarguras, de tantas dificultades como tienen los españoles fuera de aquí, nosotros les ofrezcamos el ejemplo, no de nuestra abnegación y sacrificio, sino el bien lamentable de nuestras querellas y nuestros pugilatos personales".

        Y con esto dio por zanjado el incidente. Afortunadamente como decía Quevedo: “Fuese y no hubo nada”.

        Definitivamente eran otros tiempos que espero no regresen. Eran tiempos donde los dirigentes políticos incitaban sin pudor a la violencia.

            Recordemos lo que en febrero de ese año de 1934 decía el periódico “Renovación” (Órgano Oficial de la Federación de Juventudes Socialistas) dirigido por Santiago Carrillo, en uno de los puntos del llamado “Decálogo del Joven Socialista”:

            “La única idea que hoy debe tener grabada el joven socialista en su cerebro es que el socialismo sólo puede imponerse por la violencia, y que aquel compañero que propugne lo contrario, que tenga todavía sueños democráticos, sea alto, sea bajo, no pasa de ser un traidor, consciente o inconscientemente”.

        “Y sobre todo esto: armarse. Como sea, donde sea y "por los procedimientos que sean". Armarse. Consigna: Ármate tú, al concluir arma si puedes al vecino, mientras haces todo lo posible por desarmar a un enemigo”.

        Que no se repitan esos tiempos ni esas actitudes ni esos políticos. Que no se repitan.