martes, 28 de abril de 2015

la "Furia Española"



La llamada Guerra de Flandes llevaba ya unos añitos y pasaría a la Historia de Europa como la Guerra de los 80 años.
Esto creo que aún se estudia en Bachillerato, pero la historia que voy a contar seguro que no;y no es otra que la de la Batalla de Gembloux.


El Duque de Alba y los Tercios habían “pacificado” la provincia de forma “contundente”. Tal vez por eso Felipe II en un acto de magnanimidad lo había sustituido por Luis de Requesens con órdenes estrictas de ser moderado y transigente con los rebeldes de las provincias de Zelanda y Holanda. Una especie de “Alianza de Civilizaciones” del Siglo XVI, ya se sabe: “buen rollito” y “lo que usted quiera”.

Y así iba la cosa, hasta que a Don Luis (catalán de pro) le dio por morirse en 1576, después de toda una vida al servicio de España. Para sustituirle, pensó el Rey Prudente en su hermano Don Juan de Austria, también con estrictas indicaciones para lograr acercamientos y acuerdos con los orangistas, aun a costa de hacer todas las cesiones que fueran precisas..... Creo que se asemeja esto a alguna situación actual.


Don Juan tuvo que disfrazarse de criado morisco de un señor italiano (Octavio Gonzaga) para cruzar el hostil territorio francés hasta llegar a la provincia amiga de Luxemburgo, y de paso ver a su madre.



Eligió mal momento. El día de su llegada, los Tercios Viejos saquearon Amberes, en lo que dio en llamarse La Furia Española;término que curiosamente ha pasado al argot futbolístico




Un inciso para explicar eso del “Saqueo de Amberes” que tan mal recuerdo tiene aún hoy día en Holanda, donde los españoles tenemos fama de tener “muy mala leche”.



En 1576 los 1.600 hombres del Tercio de Valdés se amotinan por la falta de cobro y saquean la ciudad de Aalst. Dos nobles flamencos (Climes y Hesse) irritados por ello apresan a los miembros del Consejo de Estado leales a España. No contentos con eso autorizaron a la población a armarse y expulsar a todos los españoles, fueran o no militares y reclutaron a un buen número de mercenarios valones y alemanes. Eran en total unos veinte mil.


Semejante ejército se plantó a las puertas de Amberes, que les fueron abiertas para que aniquilasen a la guarnición española.Ésta para evitar la escabechina se refugió en el castillo comandados por Sancho Dávila.



Al enterarse del hecho,  los amotinados de Valdés por pura camaradería de soldados veteranos consideran que no pueden permitir que sus colegas estén cercados. Acuden en su apoyo tan rápido que llegan al día siguiente. Lo mismo hacen otros 600 hombres que al mando de Julián Romero y Alonso de Vargas andaban por las cercanías. Entre todos rompen el cerco y entran en el castillo. Todos reunidos realizan una inesperada salida que pone en fuga al ejército holandés. Algunos de éstos se atrincheran en el Ayuntamiento desde donde hacen fuego a los españoles. ¿Fuego?, pues ¡fuego al Ayuntamiento!  (imagen), y el incendio se extendió a toda la ciudad. Apagadas las llamas, saquearon el burgo.


Durante la II Guerra Mundial los alemanes lanzaron sus bombas volantes V-1y V-2 sobre la ciudad, que fue consumida por las llamas. Pero allí recuerdan más el incendio de 1576.No haré comentarios. Ya se sabe:ahora se tiene mucho cuidado de no ofender a Alemania....




Sigamos. Llega Don Juan de Austria en ésta tesitura, y con “ordenes de la superioridad” de negociar y ceder. Las condiciones se redactan en el llamado Edicto Perpetuo: Los holandeses reconocen a Felipe II como su Rey y respetarán la religión católica, a cambio amnistía general y sacar a todos los Tercios fuera de las provincias. Buen acuerdo….para ellos.



Eso sí, le permitieron quedarse con un cierto número de tropas bajo su mando: 20 hombres.Don Juan tenía un "buen marrón"



Como intuirán los lectores, cuando salió el último soldado español en Abril de 1577, Guillermo de Orange comienza a movilizar sus tropas para  acabar con Don Juan, que abandona por sorpresa la ciudad y se refugia en la fortaleza de Namur (y eso abusando de una protocolaria invitación de su gobernador).Desde allí le escribe a Felipe II exponiéndole la situación, pero el “Rey Prudente” (y tanto) tardó siete meses en autorizar el regreso de las tropas.


Los Tercios vuelven, y además de “mala leche”, los holandeses se habían cachondeando de los españoles, con su Rey a la cabeza. Don Juan de Austria les escribe: “A los magníficos Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mi infantería que salió de los Estados de Flandes. [...] A todos ruego vengáis con la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltará de vuestros enemigos”. O lo que es lo mismo: que no carguen con impedimenta para poder desplazarse lo más rápido posible. Y así fue: Alguno como el de Lope de Figueroa  recorre mil kilómetros en un mes. Una pena que por el camino (en Cremona) falleciera el Maestre de Campo Julián Romero, que en sus cincuenta años de servicio se había dejado un ojo, una pierna y un brazo. Gran tipo.


Los holandeses mientras tanto han reclutado un ejército de unos 25.000 hombres, aunque llegan noticias que 17.000 extenuados españoles están en camino hacia ellos. Cansados y “cabreados” A pesar de la superioridad numérica el de Orange prudentemente se retira a Gembloux. Aunque fatigados los españoles fuerzan el paso y terminan por alcanzar la caballería enemiga que cubre la retaguardia. Se dan órdenes a la caballería propia para que se adelante y les haga escaramuzas, pero sin entablar ningún combate serio hasta que llegue la infantería. Suponemos que entre la hueste enemiga correría rápidamente un rumor: “nos atacan los españoles, y vienen de mala leche”.


Octavio Gonzaga con 2000 jinetes se encargará de ello y hacen retroceder a la caballería holandesa. Don Juan de Austria ordena replegarse, pues teme que el ejército contrario les plante cara y acabe con ellos. Pero a pesar del frio de aquel 31 de Enero de 1578 todos están “calentitos” y Alejandro Farnesio, que está al lado de su amigo y sobrino coge una lanza e inicia la carga. Le siguen Fernando de Toledo (que aunque hijo ilegitimo del Duque de Alba, no quería ser menos), Cristóbal de Mondragón, Bernardino de Mendoza, Juan Bautista de Monte y todo el Estado Mayor.


Los Tercios a pie aceleran aún más la marcha y se suman al ataque. Don Juan tiene un cabreo increíble (después les “echará la bronca” a todos).Se han vuelto todos locos, hasta un simple capitán que manda la compañía de vanguardia, contesta la orden de repliegue diciendo que “él nunca había vuelto las espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía”.


El empuje había encajonado a los rebeldes en un estrecho paso. La infantería holandesa apelotonada fue primero arrollada y pateada por su propia caballería en retirada como alma que lleva el diablo, después por la española en tromba y para rematar los mosqueteros no fallaban un tiro entre aquel amasijo de soldados. Los piqueros terminaron por acabar con todo lo que quedaba en pie.



En hora y medía el ejército holandés fue aniquilado. 10.000 muertos, heridos o prisioneros, varios millares de éstos fueron fusilados. Entre los nuestros, 20 muertos y heridos.



Y es que iban de ¨mala leche.