La llamada Guerra de Flandes
llevaba ya unos añitos y pasaría a la Historia de Europa como la Guerra de los
80 años.
Esto creo que aún se estudia en Bachillerato, pero la historia que voy
a contar seguro que no;y no es otra que la de la Batalla de Gembloux.
El Duque de Alba y los Tercios
habían “pacificado” la provincia de forma “contundente”. Tal vez por eso Felipe
II en un acto de magnanimidad lo había sustituido por Luis de Requesens con órdenes
estrictas de ser moderado y transigente con los rebeldes de las provincias de
Zelanda y Holanda. Una especie de “Alianza de Civilizaciones” del Siglo XVI, ya
se sabe: “buen rollito” y “lo que usted quiera”.
Y así iba la cosa, hasta que a
Don Luis (catalán de pro) le dio por morirse en 1576, después de toda una vida
al servicio de España. Para sustituirle, pensó el Rey Prudente en su hermano
Don Juan de Austria, también con estrictas indicaciones para lograr
acercamientos y acuerdos con los orangistas, aun a costa de hacer todas las
cesiones que fueran precisas..... Creo que se asemeja esto a alguna situación
actual.
Don Juan tuvo que disfrazarse de
criado morisco de un señor italiano (Octavio Gonzaga) para cruzar el hostil
territorio francés hasta llegar a la provincia amiga de Luxemburgo, y de paso
ver a su madre.
Eligió mal momento. El día de su
llegada, los Tercios Viejos saquearon Amberes, en lo que dio en llamarse La
Furia Española;término que curiosamente ha pasado al argot futbolístico
Un inciso para explicar eso del “Saqueo
de Amberes” que tan mal recuerdo tiene aún hoy día en Holanda, donde los españoles
tenemos fama de tener “muy mala leche”.
En 1576 los 1.600 hombres del
Tercio de Valdés se amotinan por la falta de cobro y saquean la ciudad de
Aalst. Dos nobles flamencos (Climes y Hesse) irritados por ello apresan a los
miembros del Consejo de Estado leales a España. No contentos con eso
autorizaron a la población a armarse y expulsar a todos los españoles, fueran o
no militares y reclutaron a un buen número de mercenarios valones y alemanes. Eran
en total unos veinte mil.
Semejante ejército se plantó a
las puertas de Amberes, que les fueron abiertas para que aniquilasen a la
guarnición española.Ésta para evitar la escabechina se refugió en el castillo comandados por Sancho
Dávila.
Al enterarse del hecho, los amotinados de Valdés por pura
camaradería de soldados veteranos consideran que no pueden permitir que sus
colegas estén cercados. Acuden en su apoyo tan rápido que llegan al día
siguiente. Lo mismo hacen otros 600 hombres que al mando de Julián Romero y
Alonso de Vargas andaban por las cercanías. Entre todos rompen el cerco y
entran en el castillo. Todos reunidos realizan una inesperada salida que pone
en fuga al ejército holandés. Algunos de éstos se atrincheran en el Ayuntamiento desde
donde hacen fuego a los españoles. ¿Fuego?, pues ¡fuego al Ayuntamiento! (imagen), y el
incendio se extendió a toda la ciudad. Apagadas las llamas, saquearon el burgo.
Durante la II Guerra Mundial los
alemanes lanzaron sus bombas volantes V-1y V-2 sobre la ciudad, que fue
consumida por las llamas. Pero allí recuerdan más el incendio de 1576.No haré
comentarios. Ya se sabe:ahora se tiene mucho cuidado de no ofender a Alemania....
Sigamos. Llega Don Juan de
Austria en ésta tesitura, y con “ordenes de la superioridad” de negociar y
ceder. Las condiciones se redactan en el llamado Edicto Perpetuo: Los
holandeses reconocen a Felipe II como su Rey y respetarán la religión católica,
a cambio amnistía general y sacar a todos los Tercios fuera de las provincias.
Buen acuerdo….para ellos.
Eso sí, le permitieron quedarse
con un cierto número de tropas bajo su mando: 20 hombres.Don Juan tenía un "buen marrón"
Como intuirán los lectores,
cuando salió el último soldado español en Abril de 1577, Guillermo de Orange
comienza a movilizar sus tropas para
acabar con Don Juan, que abandona por sorpresa la ciudad y se refugia en
la fortaleza de Namur (y eso abusando de una protocolaria invitación de su gobernador).Desde
allí le escribe a Felipe II exponiéndole la situación, pero el “Rey Prudente”
(y tanto) tardó siete meses en autorizar el regreso de las tropas.
Los Tercios vuelven, y además de
“mala leche”, los holandeses se habían cachondeando de los españoles, con su
Rey a la cabeza. Don Juan de Austria les escribe: “A los magníficos Señores, amados y amigos míos, los capitanes de la mi
infantería que salió de los Estados de Flandes. [...] A todos ruego vengáis con
la menor ropa y bagaje que pudiereis, que llegados acá no os faltará de vuestros enemigos”. O lo que es lo mismo: que no carguen con
impedimenta para poder desplazarse lo más rápido posible. Y así fue: Alguno
como el de Lope de Figueroa recorre mil
kilómetros en un mes. Una pena que por el camino (en Cremona) falleciera el
Maestre de Campo Julián Romero, que en sus cincuenta años de servicio se había
dejado un ojo, una pierna y un brazo. Gran tipo.
Los holandeses mientras tanto han
reclutado un ejército de unos 25.000 hombres, aunque llegan noticias que 17.000
extenuados españoles están en camino hacia ellos. Cansados y “cabreados”
A pesar de la superioridad numérica el de Orange prudentemente se retira a Gembloux. Aunque
fatigados los españoles fuerzan el paso y terminan por alcanzar la caballería enemiga que
cubre la retaguardia. Se dan órdenes a la caballería propia para que se
adelante y les haga escaramuzas, pero sin entablar ningún combate serio hasta
que llegue la infantería. Suponemos que entre la hueste enemiga correría
rápidamente un rumor: “nos atacan los españoles, y vienen de mala leche”.
Octavio Gonzaga con 2000 jinetes
se encargará de ello y hacen retroceder a la caballería holandesa. Don Juan de
Austria ordena replegarse, pues teme que el ejército contrario les plante cara
y acabe con ellos. Pero a pesar del frio de aquel 31 de Enero de 1578 todos
están “calentitos” y Alejandro Farnesio, que está al lado de su amigo y sobrino
coge una lanza e inicia la carga. Le siguen Fernando de Toledo (que aunque hijo ilegitimo del Duque de Alba, no
quería ser menos), Cristóbal de Mondragón, Bernardino de Mendoza, Juan
Bautista de Monte y todo el Estado Mayor.
Los Tercios a pie aceleran aún
más la marcha y se suman al ataque. Don Juan tiene un cabreo increíble (después
les “echará la bronca” a todos).Se han vuelto todos locos, hasta un simple
capitán que manda la compañía de vanguardia, contesta la orden de repliegue
diciendo que “él nunca había vuelto las
espaldas al enemigo, y aunque quisiera no podía”.
El empuje había encajonado a los
rebeldes en un estrecho paso. La infantería holandesa apelotonada fue primero arrollada y
pateada por su propia caballería en retirada como alma que lleva el diablo, después por la española en tromba
y para rematar los mosqueteros no fallaban un tiro entre aquel amasijo de
soldados. Los piqueros terminaron por acabar con todo lo que quedaba en pie.
En hora y medía el ejército
holandés fue aniquilado. 10.000 muertos, heridos o prisioneros, varios millares
de éstos fueron fusilados. Entre los nuestros, 20 muertos y heridos.
Y es que iban de ¨mala leche”.