martes, 12 de noviembre de 2013

La Marcha de Cádiz



Sin duda la música ha tenido un destacado papel en las movilizaciones sociales; pues entre sus muchas cualidades está la de transmitir una determinada carga política. Incluso sirve de seña de identidad una determinada ideología, sociedad o cultura.

En el Siglo XIX y con la formación de los Estados en el sentido moderno del término, la música pasa a tomar un carácter de “representación” de los mismos a través de los Himnos Nacionales.
Pero en esto también España es diferente. Todos los intentos de establecer uno fueron un fracaso.

Aunque la “Marcha Real” funcionó “de hecho” como música de representación, carecía de características básicas para ser considerado “Himno Nacional”: carga simbólica y apoyo popular; y por no tener no tenía ni letra.

Hoy contaré la historia de uno de esos fallidos intentos. De haber prosperado hoy día tendríamos un Himno, digamos....curioso; pues todos los gustos son respetables.


Tras la Restauración Borbónica en 1874 Alfonso XII se convierte en Rey de España, la Marcha Real sirve para rendirle honores. Pero se suscitan muchas críticas cuando sonaba para recibir a autoridades como el Presidente del Gobierno (criticaron mucho a Cánovas por ello).

En 1886 se estrena en el Teatro Apolo de Madrid la Zarzuela “Cádiz” del Maestro Chueca y de Velarde. Al final del Primer Acto los soldados victoriosos frente a los franceses desfilan y gritan “Viva España” al compás de una Marcha. Aquello fue un escándalo el publico entusiasmado y de pié en las butacas coreando los vivas al son de la música y cantándola por la calle al salir de la representaciones.

La Marcha de Cádiz fue como dicen allí : “un pelotazo”. Todas las bandas la tocaban en los desfiles y las orquestas y poco a poco llegó a ser archiconocida y muy popular, un verdadero Himno que a todos conmovía Solo tenía un “pequeño fallo”: el pueblo no se sabía la letra original del coro de la Zarzuela (que por otro lado hacía referencia al Asedio de Cádiz) y solo pronunciaban el “Viva España”; eso si; a voz en cuello.

Se trató de subsanar convocando un Concurso para dotarlo de una letra adecuada El Jurado era prestigioso: el propio Chueca, los Maestros Chapí y Bretón, el propio libretista Velarde, los escritores Ramos Carrión y Manuel De Palacio ,además presididos por Núñez de Arce. Más de doscientos concursantes, pero lo declararon:Desierto. Fundamentalmente porque casi todas eran de un contenido demasiado guerrero y belicoso y se buscaba una letra para ser cantada “en toda ocasión”.
El verdadero auge llegó con la Guerra de Melilla de 1893,donde se tocaba sistemáticamente en los embarques de los soldados y manifestaciones patrióticas. .Se había convertido “oficiosamente” en Himno Nacional por “aclamación popular” y así era reconocido. Hasta el Ministro de la Guerra condecoró a Chueca en 1896 (Cruz Blanca al Mérito Militar).

Al paso de sus notas marcharon también nuestros soldados a Cuba y Filipinas, y con ellas regresaron. Y eso marcó el inicio del fin de la Marcha de Cádiz.

Si aquella Guerra no se hubiera perdido, hoy sería seguramente nuestro Himno. Pero la derrota contagió también a la música y fue literalmente “proscrito” de todos los repertorios.
Como suele suceder “todo el mundo hace leña del árbol caído”, más aún en el ambiente de profundo pesimismo que impregnó a la sociedad española en aquel fatídico año. Surgieron voces acusándola a la Marcha de “zarzuelera”, "cancanesca" “nacida en un teatro” y de insuflar “patrioterismo” ,"guerras temerarias y aventuras suicidas”.


En fin, un intento más, el último del Siglo XIX.A éstas alturas estamos casi igual. Y es que no cambiamos.
Al menos nos queda ésta preciosa versión (sin letra) para Banda.