Recuerdo que un día; hace siglos; le
pregunté a mi profesor de Historia en colegio, que de donde venía el nombre de
“Sacro Imperio Romano Germánico”. El profesor me despachó con un simple “porque
el Papa le concedió ese título a Otón I, Rey de Alemania”.
Ahí quedó la cosa. "Cosas de los
papas”, me dije. Pero no se aplacó mi curiosidad y años después indagué sobre
la historia completa y sobre todo sobre sus protagonistas, pues es ellos
pudiera esconderse el secreto de la escueta respuesta de mi profesor.
El papa responsable de la concesión
de tan augusto título no era otro que Juan XII. De nombre Octaviano, era hijo
ilegitimo de Alberico II de Spoletto y nieto de Marozia (la amante del Papa
Sergio III que hizo Papa como Juan XI al presunto hijo de ambos) y por una
serie de carambolas fue elegido papa en año 955 cuando aún no había cumplido
los 18 años. Todo un logro, teniendo en cuenta que ya entonces se le acusaba de
mantener relaciones sexuales con su madre, su hermana y su sobrina (suponemos
que de forma sucesiva y no a la vez).
Su personalidad era una sabia
combinación de jovenzuelo ignorante (no sabía ni siquiera el latín, lengua de
la Iglesia), zafio y maleducado con una “oleada hormonal desbocada”, propia de
su edad. Un verdadero dechado de “virtudes”.
De entrada era un ludópata que pasaba
la mayor parte del día jugando a los dados con criados y palafreneros, bajando
a las cuadras a participar en sus partidas. Cuadras que frecuentaba habitualmente,
pues llegó a poseer 200 caballos; a los que alimentaba con almendras e higos
empapados en vino (imagino que solo a sus preferidos. porque sino ...vaya gasto).
En una de ellas perdió
la apuesta y pagó la deuda ordenando diácono al ganador, allí mismo.
Convirtió
el Palacio de San Juan de Letrán en una especie de casino y burdel, donde no
faltaban el vino y las mujerzuelas de la más baja condición. Por ello las damas
romanas desaconsejaban a sus hijas acudir a misa a esa basílica, por temor a
que “Su Santidad” abusase de ellas. Joder con el clero.
Liuprando de Cremona, obispo y
cronista coetáneo (aunque muy poco amigo del papa) nos dice. “Las mujeres temen venir a la iglesia de los
santos apóstoles pues han oído que hace poco Juan llevó por la fuerza a varias
mujeres peregrinas a su cama, casadas, viudas y vírgenes indistintamente...”.
Los cardenales se adaptaron a no
llevarle la contraria, pues llegó a cegar a su director espiritual y a sodomizar
y castrar a otro (que murió). Una joya de chico.
En esas andaba cuando en el año 960
Berengario II de Italia, intenta hincarle el diente a los territorios de la
Iglesia, por lo que Juan XII pide ayuda a Otón II, que reúne a su ejército y
aparece por Roma dos años después; alejando el peligro. Agradecido el Papa lo
nombra Emperador y le jura fidelidad: “Si señor, lo que usted quiera, pero no
me joda el chiringuito”, y de ahí viene lo de Sacro Imperio Romano Germánico
Cuando el satisfecho Otón sale hacia
el Norte de Italia para enfrentarse a Berengario, el papa se arrepiente y “de
lo dicho nada”. Llega incluso a conversar con su oponente para quitarse de en
medio al germánico. La tomadura de pelo no le sentó nada bien a éste, tanto que
decide regresar a Roma a ajustarle las cuentas a su Santidad.
El papa huye a Tivoli a una distancia
prudencial del Vaticano (27 kmts), llevándose el Tesoro “para sus gastos”.
Otón
organiza un sínodo todos los obispos italianos, 16 cardenales y otros prelados
que elaboran una lista de “pecados” contra el papa follarino. Por si no tenía
bastante con los desmanes que hizo, “adoban” la lista con otros, fruto de las
habladurías y la maledicencia y que
eran:
“celebrar misa sin comunión,
ordenar a destiempo y en una cuadra de caballos, consagrar simoniacamente a
algunos obispos y a uno de edad de diez años; otros sacrilegios, hacer de su
palacio un lupanar a fuerza de adulterios, dedicarse a la caza, haber cometido
la castración y asesinato de un cardenal, haber producido incendios armado de
espada y yelmo, beber vino a la salud del diablo, invocar en el juego a dioses
paganos, no celebrar maitines ni horas canónicas, no hacer la señal de la cruz”.
El papa contraataca con su arma más
poderosa y amenaza con excomulgar al Emperador, a los obispos ya todo el que se
le ponga por delante. Pero con las tropas alemanas en Roma, se pasan la amenaza
por el “arco del triunfo” y nombran a otro Papa, León VIII, que era el
Secretario de Otón (que casualidad).No era sacerdote, pero en dos días lo
ordenaron sacerdote y después obispo; caso resulto
.
En el 963 Emperador vuelve tranquilo de nuevo a
Alemania….y Juan vuelve de nuevo a Roma con un ejército mercenario.
León VIII
sale a escape también en pos de su señor.
Otra vez el mismo Papa y otra vez la
misma historia. Nuevo sínodo para deponer al felizmente ausente León. Y digo felizmente porque la venganza de
Juan XII se centró en los integrantes del sínodo que lo expulsó de la silla de
San Pedro (si levantara la cabeza….).
Los hubo afortunados: mandó despellejar a
un obispo, a otro le cortó la nariz, a otro los dos dedos de la bendición y la
lengua de regalo, también hubo desorejados; aunque menos suerte tuvieron los 63
miembros del clero y de la nobleza romana a los que ordenó cortar la cabeza.
A éstas alturas Otón I se sabía de
memoria el camino a Roma y tiene que volver para ajustar las cuentas a éste
Papa tan cansino y pertinaz, solamente que ésta vez llegó tarde.
Juan XII se fue al otro mundo con 26
añitos. Oficialmente de una apoplejía en pleno acto sexual, aunque circula la
versión de que un marido corneado lo sorprendió el cama con su mujer y le
propinó una paliza brutal (martillazo en la cabeza incluido) de la que murió a
los tres días. Incluso he leído en un libro antiguo que fueron siete puñaladas
que le dio otro marido cornudo, mientras paseaba por la calle.
No sé cuál de las tres versiones es
la verdadera, lo que si es cierto es que en ambas anda por medio el asunto del
fornicio papal. Quizás por el uso y abuso de tal actividad ha pasado a la
Historia por el mal nombre de El Papa Fornicario.