domingo, 8 de mayo de 2016

El Papa Fornicario



Recuerdo que un día; hace siglos; le pregunté a mi profesor de Historia en colegio, que de donde venía el nombre de “Sacro Imperio Romano Germánico”. El profesor me despachó con un simple “porque el Papa le concedió ese título a Otón I, Rey de Alemania”. 

En la imagen el Papa con Otón, con sus Secretarios, al del Rey parece que se le vuela el sombrero

Ahí quedó la cosa. "Cosas de los papas”, me dije. Pero no se aplacó mi curiosidad y años después indagué sobre la historia completa y sobre todo sobre sus protagonistas, pues es ellos pudiera esconderse el secreto de la escueta respuesta de mi profesor. 

El papa responsable de la concesión de tan augusto título no era otro que Juan XII. De nombre Octaviano, era hijo ilegitimo de Alberico II de Spoletto y nieto de Marozia (la amante del Papa Sergio III que hizo Papa como Juan XI al presunto hijo de ambos) y por una serie de carambolas fue elegido papa en año 955 cuando aún no había cumplido los 18 años. Todo un logro, teniendo en cuenta que ya entonces se le acusaba de mantener relaciones sexuales con su madre, su hermana y su sobrina (suponemos que de forma sucesiva y no a la vez).

Su personalidad era una sabia combinación de jovenzuelo ignorante (no sabía ni siquiera el latín, lengua de la Iglesia), zafio y maleducado con una “oleada hormonal desbocada”, propia de su edad. Un verdadero dechado de “virtudes”.

De entrada era un ludópata que pasaba la mayor parte del día jugando a los dados con criados y palafreneros, bajando a las cuadras a participar en sus partidas. Cuadras que frecuentaba habitualmente, pues llegó a poseer 200 caballos; a los que alimentaba con almendras e higos empapados en vino (imagino que solo a sus preferidos. porque sino ...vaya gasto). 
En una de ellas perdió la apuesta y pagó la deuda ordenando diácono al ganador, allí mismo. 

Convirtió el Palacio de San Juan de Letrán en una especie de casino y burdel, donde no faltaban el vino y las mujerzuelas de la más baja condición. Por ello las damas romanas desaconsejaban a sus hijas acudir a misa a esa basílica, por temor a que “Su Santidad” abusase de ellas. Joder con el clero.

Liuprando de Cremona, obispo y cronista coetáneo (aunque muy poco amigo del papa) nos dice. Las mujeres temen venir a la iglesia de los santos apóstoles pues han oído que hace poco Juan llevó por la fuerza a varias mujeres peregrinas a su cama, casadas, viudas y vírgenes indistintamente....

Los cardenales se adaptaron a no llevarle la contraria, pues llegó a cegar a su director espiritual y a sodomizar y castrar a otro (que murió). Una joya de chico.

En esas andaba cuando en el año 960 Berengario II de Italia, intenta hincarle el diente a los territorios de la Iglesia, por lo que Juan XII pide ayuda a Otón II, que reúne a su ejército y aparece por Roma dos años después; alejando el peligro. Agradecido el Papa lo nombra Emperador y le jura fidelidad: “Si señor, lo que usted quiera, pero no me joda el chiringuito”, y de ahí viene lo de Sacro Imperio Romano Germánico

Cuando el satisfecho Otón sale hacia el Norte de Italia para enfrentarse a Berengario, el papa se arrepiente y “de lo dicho nada”. Llega incluso a conversar con su oponente para quitarse de en medio al germánico. La tomadura de pelo no le sentó nada bien a éste, tanto que decide regresar a Roma a ajustarle las cuentas a su Santidad.

El papa huye a Tivoli a una distancia prudencial del Vaticano (27 kmts), llevándose el Tesoro “para sus gastos”. 

Otón organiza un sínodo todos los obispos italianos, 16 cardenales y otros prelados que elaboran una lista de “pecados” contra el papa follarino. Por si no tenía bastante con los desmanes que hizo, “adoban” la lista con otros, fruto de las habladurías y la maledicencia  y que eran:
 “celebrar misa sin comunión, ordenar a destiempo y en una cuadra de caballos, consagrar simoniacamente a algunos obispos y a uno de edad de diez años; otros sacrilegios, hacer de su palacio un lupanar a fuerza de adulterios, dedicarse a la caza, haber cometido la castración y asesinato de un cardenal, haber producido incendios armado de espada y yelmo, beber vino a la salud del diablo, invocar en el juego a dioses paganos, no celebrar maitines ni horas canónicas, no hacer la señal de la cruz”. 

El papa contraataca con su arma más poderosa y amenaza con excomulgar al Emperador, a los obispos ya todo el que se le ponga por delante. Pero con las tropas alemanas en Roma, se pasan la amenaza por el “arco del triunfo” y nombran a otro Papa, León VIII, que era el Secretario de Otón (que casualidad).No era sacerdote, pero en dos días lo ordenaron sacerdote y después obispo; caso resulto
.
En el 963 Emperador vuelve tranquilo de nuevo a Alemania….y Juan vuelve de nuevo a Roma con un ejército mercenario. 

León VIII sale a escape también en pos de su señor.

Otra vez el mismo Papa y otra vez la misma historia. Nuevo sínodo para deponer al felizmente ausente  León. Y digo felizmente porque la venganza de Juan XII se centró en los integrantes del sínodo que lo expulsó de la silla de San Pedro (si levantara la cabeza….).

Los hubo afortunados: mandó despellejar a un obispo, a otro le cortó la nariz, a otro los dos dedos de la bendición y la lengua de regalo, también hubo desorejados; aunque menos suerte tuvieron los 63 miembros del clero y de la nobleza romana a los que ordenó cortar la cabeza.

A éstas alturas Otón I se sabía de memoria el camino a Roma y tiene que volver para ajustar las cuentas a éste Papa tan cansino y pertinaz, solamente que ésta vez llegó tarde.

Juan XII se fue al otro mundo con 26 añitos. Oficialmente de una apoplejía en pleno acto sexual, aunque circula la versión de que un marido corneado lo sorprendió el cama con su mujer y le propinó una paliza brutal (martillazo en la cabeza incluido) de la que murió a los tres días. Incluso he leído en un libro antiguo que fueron siete puñaladas que le dio otro marido cornudo, mientras paseaba por la calle.

No sé cuál de las tres versiones es la verdadera, lo que si es cierto es que en ambas anda por medio el asunto del fornicio papal. Quizás por el uso y abuso de tal actividad ha pasado a la Historia por el mal nombre de El Papa Fornicario.