
Eso si, nos dejó un
bonito regalo de despedida: Isabel II (digna hija de …..su padre)
que traía bajo el brazo; no un pan como suele decirse; sino un sangriento conflicto:la I
Guerra Carlista.
Pero eso ya es otra
historia.
Sírvanos de consuelo que
las primeras que tuvieron la desgracia de sufrir a
éste.....personaje,fueron sus esposas. Y hasta en ésto fue
nefasto,porque dio “que hacer” nada menos que a cuatro.
Con 18 lo casan con una
prima hermana suya: Maria Antonia de Nápoles de su misma edad y
debidamente informada por su aya de “todo lo que conllevaba”
el matrimonio, cosa que no habían hecho con él.

Maria Antonia escribe a
su madre contándole la “nochecita”, y en su respuesta
(“Mi hija está desesperada. Fernando es
enteramente memo; ni siquiera un marido físico, y por añadidura un
latoso, que no hace nada y no sale de su cuarto”)
le confirma algo que a éstas alturas ya debía de saber: se había
casado con un imbécil. Y era cierto, pero lo que Dios no le dio en
neuronas (quizás para que no dijeran que no estaba
“suficientemente dotado”) se lo dio en otras”virtudes”, y
así debería haber pasado a la historia como “El Rey Elefante”.Y
no precisamente porque tuviera grandes orejas como ese animal, sino
más bien por el parecido de otra parte de su cuerpo con la trompa de
un paquidermo.
En el tema de las
zapatillas estuvo hasta que alguien le fue a Carlos IV con el
cuento....seis meses después, por lo que su padre tuvo que darle
unas cuantas lecciones (aunque su madre era más “experta” en
esas lides). Cuando descubrió el asunto de la coyunda, aquello
fue una explosión, como dice el refranero popular “a todos los
tontos le da por lo mismo”.Maria Antonia solo quería cumplir
con sus deberes conyugales y sin saberlo “había despertado a la
bestia” que Fernando llevaba dentro y entre las piernas.
Durante durante cuatro
años tuvo que soportar a Godoy ,a la horripilante Reina Maria Luisa
y además a su rijoso marido que la acosaba a todas horas para “facer
el cumplimiento” (se quejaba por carta a su madre). Así
que, asqueada murió de tuberculosis a los 22 años, sin que de todo
aquel “ajetreo” no “salieran en claro” mas que dos abortos.
Y así se quedó “el
niño sin juguete”.Y durante ocho largos años,durante los
cuales semejante “prodigio de la naturaleza” tuvo que
saciar sus necesidades sexuales de diversas maneras:sus agentes (El
tal Chamorro y el Duque de Alagón) peinaban Madrid en busca
de alcahuetas que tuvieran pupilas con virgos en venta para llevarlas
a Palacio o lo acompañaban por todos los prostíbulos de la ciudad
(donde era conocido como Hércules). Solían terminar la noche en una
casa de la calle del Ave Maria, donde ejercía Pepa“La Malagueña”,
donde Fernando retaba a los clientes a “medirse” con él ;y no
en el sentido del término relativo a la esgrima; lo que era causa de
admiración y del apodo de “El Ariete del Reino”.
Para intentar acabar con
éstas aficiones que ya duraban demasiado le buscan nueva esposa,
ésta vez prueban con una sobrina e hija del Rey de Portugal,Maria
Isabel de Braganza. De paso aprovechan para casar al hermano de
Fernando (Carlos Maria Isidro) con Maria Francisca, la hermana
de la novia.

Fernando le cogió
afición pues la señora solía esperarlo vestida como las furcias de
Madrid (con dos claveles en el pelo, signo identificativo del
oficio por entonces) porque eso “le ponía”,tanto que
al año dio a luz...pero una niña (incapacitadas para reinar por
la Ley Sálica).La esposa quedó decepcionada y aún más el
Rey,de modo que la dejaron casi abandonada en manos de la servidumbre
que tampoco le hacían mucho caso;quizás por ello el angelito se fue
al Cielo a los cuatro meses.
El rey,diligente en las
cuestiones procreativas volvió a la carga de nuevo (con su
ariete) de tal forma que la reina estaba de nuevo encinta a los
pocos meses,siendo “frecuentada” su marido con mayor
asiduidad (se ve que eso también “le ponía”). Por las
causas que fueren el embarazo no fue bien y en el momento del parto
la cosa se complicó y el grupo de egregios doctores sugirió dejar
morir a la madre para salvar al hijo mediante una cesárea
En un momento de aquel
difícil parto la reina sufrió un síncope y perdió la consciencia.
Los ilustres galenos no sabían distinguir a un vivo de un muerto
(literalmente) , y cuando le abren el vientre la parturienta
lanzó un grito de dolor que estremeció a la numerosa concurrencia.
El “equipo médico habitual” se queda perplejo,pero el Rey
les ordena que sigan adelante con la carnicería (atando a la
parturienta a la cama,que no cesaba de gritar a cada golpe de cuchillo)
y que salven a su vástago. Imagínense el cuadro,debió ser
espeluznante (la cama acabó convertida en una bañera de sangre)
al igual que su resultado:la madre y el retoño muertos. Y el rey
chasqueado,pues en un solo acto se quedó sin vagina y sin
heredero,pues lo que traía la gestante era una niña.
Se busca nueva consorte.
Ahora le tocó a otra primita suya de 16 años que vivía en un
convento de monjas desde que quedó huérfana de madre a los tres
meses, por lo que era casi una monjita más. Maria Josefa Amalia de Sajonia.
Durante su viaje desde el
monasterio a orillas del Elba hasta España se esforzaron en
enseñarle el idioma, pero se olvidaron de explicarle “lo que le
esperaba”.O mejor dicho cuando intentaban hacerlo la niña se
tapaba los oídos y se deshacía entre jaculatorias y santiguaciones;
a pesar de que en las cartas su esposo le escribía cosas como
“pichoncito mio” o “estoy decidido a hacer contigo el
mariceo”.Bella expresión.
Y así llegó la noche
del “mariceo”.Todo lo relatado lo cuenta el escritor
Próspero de Merimeee a su amigo el poeta Sthendal de ésta manera:
“…...Según la
dama por quien sé la historia, su miembro viril es fino como una
barra de lacre en la base, y tan gordo como el puño en su
extremidad; además, tan largo como un taco de billar. Es, por
añadidura, el rijoso más grosero y desvergonzado de su reino. Ante
esta horrible vista, la Reina creyó desvanecerse, y fue mucho peor
cuando comenzó a toquetearla sin miramientos. La Reina se escapa de
la cama y corre por la habitación dando grandes gritos. El Rey la
persigue; pero, como ella era joven y ágil, y el Rey es gordo,
pesado y gotoso, el Monarca se caía de narices, tropezaba con los
suelos. En resumen, el Rey encontró ese juego muy tonto y montó en
espantosa cólera. Llama, pregunta por su cuñada y por la camarera
mayor, y las trata de P y de B con una elocuencia muy propia de él,
y por último les ordena que preparen a la Reina, dejándoles un
cuarto de hora para ese negocio. Luego, se pasea, en camisa y
zapatillas, por una galería fumándose un cigarro. No sé qué
demonios dijeron esas mujeres a la Reina; lo cierto es que le
metieron tanto miedo que su digestión se vio perturbada. Cuando
volvió el Rey y quiso reanudar la conversación en el punto en que
la había dejado, ya no encontró resistencia; pero, a su primer
esfuerzo para abrir una puerta, abrióse con toda naturalidad la de
al lado y manchó las sábanas con un color muy distinto al que se
espera después de una noche de bodas”
Lo
que se nos dice, expresado en un lenguaje más prosaico es que
después de la persecución a la que fue sometida por el rey gritando
en español tabernario respondiendo a los gritos de la chica en
perfecto alemán (que el rey no entendía)
y de los “oportunos consejos” de sus camareras, cuando el rey iba a penetrarla, la reina literalmente “se le cagó encima”,
(sirva, por gráfica la vulgar expresión), como una paloma.
(“pichoncito mio”....).
Fernando
montó en cólera y no volvió a ver a su esposa en una semana.
Aprovechó el tiempo para dictar una carta al Papa Pio VII (llena de
groserías y palabrotas según su estilo:¡O
yo jodo de una vez con esa pazguata o que el Santo Padre anule mi
matrimonio!)
pidiéndole que anulara el matrimonio por falta de consumación. El
pontífice debió de enviarle una carta personal a la esposa
explicándole que a los niños no los traía la cigüeña,sino que
había que “hacerlos” mediante ciertas prácticas y que dentro
del matrimonio no eran pecado mortal. Y que para demostrarlo el rey
rezaría un rosario antes de entrar en la alcoba nupcial para "cumplir".
A
pesar de ello el rey volvió a sus furcias y debió de rezar pocos
rosarios,pues estuvieron diez años casados y no hubo embarazo alguno. La
reina se dedicó a escribir poesías de contenido político (le
tocó vivir el periodo liberal)
con títulos tan sugerentes como “Muera la
Constitución” y
siguió siendo muy tímida y beata hasta que unas fiebres se la
llevaron con 26 años en 1829.
Y
en 1829 Fernando tiene ya 45 años y no tiene descendencia ni España
heredero al trono. El rey ha aprendido algo y cuando le van a buscar
candidata sentencia: “No más rosarios ni
versitos ,coño”.
Como
las sobrinas le habían ido mejor que las primas ese mismo año se
casa con Maria Cristina de las Dos Sicilias (a falta de una),sobrina suya también. Y
ahora era el rey; transido de amor; quien le escribía versos a su
esposa: “Cada vez que pienso en ti, mi corazón
hace pí, pí, pí”
(y era de los mejores que compuso).Le llama cariñosamente “su
pichona”,despertándome
curiosidad la reiterada utilización del recurso metafórico-literario relativo a las columbiformes
para dirigirse cariñosamente a sus esposas.
Pero
aquí llegó tarde. Fernando ya no es ni sombra del que era,agotado
por todo tipo de excesos no le aguantó a la ardiente siciliana ni
cuatro años, ni más de uno a la semana. Con lo que él había
sido,pero a pesar de todo “quien tuvo retuvo”
y a los pocos meses Maria Cristina estaba embarazada,pero dio a luz a
una niña (Isabel II) y el segundo embarazo tardó dos años en
llegar:otra niña (Luisa Fernanda).
Parece
que a éste “ataque de fertilidad” contribuyó un artificio
ideado por no se sabe quien y que consistía en una especie de cojín
circular (como un “donut”) a modo de tope para que introdujera
por él el miembro y que;ya en la esposa; éste se alojara donde debía. Dejaré que lo
cuente uno de sus médicos:“sabedora doña Cristina
de aquella circunstancia nada consoladora para los intereses del
trono, discurrió, o más bien le aconsejaron, que usara don Fernando
una almohadilla perforada en el centro, de tres o cuatro centímetros
de espesor, por cuyo orificio introducía el pene antes del coito y
durante él; así se hizo y alcanzaron sucesión”.
El
29 de Septiembre de 1833 Fernando VII marchó camino del Panteón
Real del Escorial sin un hijo varón.A las pocas horas de su muerte era tal
el grado de descomposición del cadáver que el ataud de zinc hubo de ser
soldado, para evitar el mal olor al cortejo funebre.
A
los tres meses de la celebración (nunca mejor dicho) del entierro,
Maria Cristina (ahora Reina Regente,pues Isabel II tiene solo tres
años) se casa en secreto con un apuesto Guardia de Corps de nombre
Fernando Muñoz (llamado por algunos “Fernando VIII”),al que
parece ser que ya “conocía” (en el sentido bíblico de la
palabra) antes de la muerte de su esposo.
Con
su nuevo esposo tuvo ...ocho hijos, cinco ellos mientras fue Regente
de España y los tres últimos durante su exilio en Paris (adonde la
mandó Espartero, que los tenía tan bien puestos como su caballo).
Fernando
VII debía revolverse en sus cenizas cada vez que la Reina paría y
más aún cuando eran varones,que fueron cinco. Los carlistas le
cantaban una copla que decía: “Clamaban los liberales que la reina
no paría, y ha parido más muñoces que liberales había”.Durante
todo ese tiempo disimulaba los embarazos con ropas y “retiros” a
la La Granja,pero aquello fue un descaro manifiesto,tanto que la
Condesa de Campo-Alange decía que “la reina estaba casada en
secreto y embarazada en público”.
Cosas
que solo pasan aquí.