Hace unos días compartí
mesa y un rato de agradable conversación con unos amigos holandeses.
Ya hacía tiempo que había escuchado esa idea de que allí siguen asustando a los niños díscolos con que sin no obedecen llamarán al Duque de Alba para que se los lleve, a modo de “hombre del saco” en versión neerlandesa. Me parecía una exageración o ;al menos; un tópico dado el tiempo transcurrido desde que Don Fernando Álvarez de Toledo fue enviado allí para acabar de la rebelión de aquellos súbditos del Rey.
Al preguntarle por su
opinión sobre el personaje, sus caras y expresiones de desaprobación
fueron más que elocuentes. Y además me confirmaron lo que he dicho
antes.
Y es que alrededor de
aquella campaña de Flandes se organizó la primera campaña
mediática y audiovisual de la Historia, tal y como la entendemos
ahora. La campaña fue orquestada y financiada por Guillermo de
Orange, líder de los rebeldes holandeses para indisponer contra los
españoles a la población del país y extender la rebelión a las
muchas regiones que no lo habían hecho.
Comenzó enviando
buhoneros a sueldo que de aldea en aldea iban contando como habían
visto “con sus ojos” las más crueles atrocidades cometidas por
los soldados de los Tercios del Rey, aderezadas con todo lujo de
detalles escabrosos y sangrientos. Ya sabemos que la imaginación de
los fabuladores no tiene límites.
Pero el buhonero contaba
sus historias durante unos días y se marchaba. Ya se sabe que las
palabras se las lleva el viento y la capacidad de olvido del ser
humano es inmensa.
Por ello pensaron en “reforzar” esas leyendas
con algún sistema visual y permanente en el tiempo. Aprovechando que
en Centroeuropa la imprenta estaba muy desarrollada y además existía
un importante número de excelentes grabadores incorporaron el
componente “visual” a su campaña. Recurrió al grabador Franz
Hogemberg para que realizara unas escenas llenas de vívida crueldad
e imaginación sobre los supuestos actos de los españoles en
Holanda: quemando casas, empalando mujeres, descuartizando niños con
hachas, etc.
Éstas imágenes se imprimieron profusamente y eran
repartidas o vendidas por el contador de cuentos. La gente las
colgaba en las paredes de sus casas como si fueran cuadros. Llegaron
a realizarse hasta libros con ellas ; a modo de álbum fotográfico; y
circularon ampliamente por toda Europa (sobre todo por Alemania y
Francia).Muchos pueden verse en la Biblioteca Nacional de Madrid.
Resultó a la larga una
buena inversión para ambos bandos, pues a veces la mera llegada de
los Tercios para sitiar una ciudad conllevaba la rendición de ésta.
En éstos casos estaba terminantemente prohibido el saqueo y para
aquel que lo hiciera se imponía la pena capital inflexiblemente. Hay
numerosas órdenes escritas al respecto.
Otras veces la ciudad
resistía como ocurrió en Haarlem en el frío Diciembre de
1572.Durante los seis meses de asedio los holandeses sitiados por Don
Fadrique (hijo del Duque de Alba y llamado “Friderico” en los
mencionados grabados) se dedicaron a colgar de los muros los
cadáveres mutilados de españoles tomados prisioneros y a tirar
desde ellos sus cabezas (los españoles también les lanzamos
algunas).También colgaban los tapices de las iglesias con imágenes
de santos para que recibieran los balazos españoles o realizaban
parodias teatrales obscenas con monjas y curas. Después de la
rendición solamente se ajustició a los soldados mercenarios valones ,franceses
e ingleses (por andar en lo que no les concierne y ayudar a los rebeldes) y solo se ahorcó a seis cabecillas holandeses, por traidores. A los soldados holandeses se les reprendió verbalmente para que "no volvieran a tomar las armas contra su Rey".
Bien es cierto que hubo
saqueos (autorizados en los usos de la guerra solo en las ciudades
tomadas por las armas) y ante acciones crueles de los holandeses hubo
a veces venganzas terribles. Pero no fue lo habitual, como nos han hecho
ver. Incluso en España arraigó la Leyenda Negra y creemos que así fue.
Como muestra y anécdota
de nuestra benevolencia traigo aquí el primer empleo conocido de la
minifalda como arma psicológica. Fue durante el sitio de Mons, pero
dejaré que lo cuente Bernardino de Mendoza:
“Ese mismo día
salieron algunas mujeres de Mons a espiar en nuestros cuarteles, y Don
Fadrique mandó les cortasen las faldas por encima de la
rodilla, enviándolas a la villa de ésta suerte, que es el castigo
que la nación española da a las mujeres cuando se emplean en
reconocer y espiar la gente de guerra”.
En tiempos más
“civilizados” como en 1917 otra mujer holandesa fue fusilada por
hacer lo mismo. Se llamaba Margaretha
Geertruida Zelle, conocida por Mata Hari. Los franceses no ponían a
las espías en minifalda, sino contra el paredón. Eso si; con mucha
elegancia.
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