viernes, 18 de octubre de 2013

Leyenda Negra



Hace unos días compartí mesa y un rato de agradable conversación con unos amigos holandeses.


Ya hacía tiempo que había escuchado esa idea de que allí siguen asustando a los niños díscolos con que sin no obedecen llamarán al Duque de Alba para que se los lleve, a modo de “hombre del saco” en versión neerlandesa. Me parecía una exageración o ;al menos; un tópico dado el tiempo transcurrido desde que Don Fernando Álvarez de Toledo fue enviado allí para acabar de la rebelión de aquellos súbditos del Rey.


Al preguntarle por su opinión sobre el personaje, sus caras y expresiones de desaprobación fueron más que elocuentes. Y además me confirmaron lo que he dicho antes.


Y es que alrededor de aquella campaña de Flandes se organizó la primera campaña mediática y audiovisual de la Historia, tal y como la entendemos ahora. La campaña fue orquestada y financiada por Guillermo de Orange, líder de los rebeldes holandeses para indisponer contra los españoles a la población del país y extender la rebelión a las muchas regiones que no lo habían hecho.


Comenzó enviando buhoneros a sueldo que de aldea en aldea iban contando como habían visto “con sus ojos” las más crueles atrocidades cometidas por los soldados de los Tercios del Rey, aderezadas con todo lujo de detalles escabrosos y sangrientos. Ya sabemos que la imaginación de los fabuladores no tiene límites.

Pero el buhonero contaba sus historias durante unos días y se marchaba. Ya se sabe que las palabras se las lleva el viento y la capacidad de olvido del ser humano es inmensa.
 
Por ello pensaron en “reforzar” esas leyendas con algún sistema visual y permanente en el tiempo. Aprovechando que en Centroeuropa la imprenta estaba muy desarrollada y además existía un importante número de excelentes grabadores incorporaron el componente “visual” a su campaña. Recurrió al grabador Franz Hogemberg para que realizara unas escenas llenas de vívida crueldad e imaginación sobre los supuestos actos de los españoles en Holanda: quemando casas, empalando mujeres, descuartizando niños con hachas, etc.
 
Éstas imágenes se imprimieron profusamente y eran repartidas o vendidas por el contador de cuentos. La gente las colgaba en las paredes de sus casas como si fueran cuadros. Llegaron a realizarse hasta libros con ellas ; a modo de álbum fotográfico; y circularon ampliamente por toda Europa (sobre todo por Alemania y Francia).Muchos pueden verse en la Biblioteca Nacional de Madrid.


Resultó a la larga una buena inversión para ambos bandos, pues a veces la mera llegada de los Tercios para sitiar una ciudad conllevaba la rendición de ésta. En éstos casos estaba terminantemente prohibido el saqueo y para aquel que lo hiciera se imponía la pena capital inflexiblemente. Hay numerosas órdenes escritas al respecto.

Otras veces la ciudad resistía como ocurrió en Haarlem en el frío Diciembre de 1572.Durante los seis meses de asedio los holandeses sitiados por Don Fadrique (hijo del Duque de Alba y llamado “Friderico” en los mencionados grabados) se dedicaron a colgar de los muros los cadáveres mutilados de españoles tomados prisioneros y a tirar desde ellos sus cabezas (los españoles también les lanzamos algunas).También colgaban los tapices de las iglesias con imágenes de santos para que recibieran los balazos españoles o realizaban parodias teatrales obscenas con monjas y curas. Después de la rendición solamente se ajustició a los soldados mercenarios valones ,franceses e ingleses (por andar en lo que no les concierne y ayudar a los rebeldes) y solo se ahorcó a seis cabecillas holandeses, por traidores. A los soldados holandeses se les reprendió verbalmente para que "no volvieran a tomar las armas contra su Rey".

Bien es cierto que hubo saqueos (autorizados en los usos de la guerra solo en las ciudades tomadas por las armas) y ante acciones crueles de los holandeses hubo a veces venganzas terribles. Pero no fue lo habitual, como nos han hecho ver. Incluso en España arraigó la Leyenda Negra y creemos que así fue.


Como muestra y anécdota de nuestra benevolencia traigo aquí el primer empleo conocido de la minifalda como arma psicológica. Fue durante el sitio de Mons, pero dejaré que lo cuente Bernardino de Mendoza:



Ese mismo día salieron algunas mujeres de Mons a espiar en nuestros cuarteles, y Don Fadrique mandó les cortasen las faldas por encima de la rodilla, enviándolas a la villa de ésta suerte, que es el castigo que la nación española da a las mujeres cuando se emplean en reconocer y espiar la gente de guerra”.



En tiempos más “civilizados” como en 1917 otra mujer holandesa fue fusilada por hacer lo mismo. Se llamaba Margaretha Geertruida Zelle, conocida por Mata Hari. Los franceses no ponían a las espías en minifalda, sino contra el paredón. Eso si; con mucha elegancia.

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