El
viejo Saurio regresa después de un periodo de sequía productiva que prometo
políticamente (osea, que quizás si o quizás no) no volverá a repetirse.
Voy
con una introducción barroca y complicada, como suele ser ya habitual.
Nuestra
Isabel II a sus 34 años andaba hacía un tiempo en asuntos de alcoba con Miguel
Tenorio de Castilla, y fue a quedar embarazada de él (una vez más), dando a luz
a una niña rubia y de ojos azules a la que llamaron Eulalia (y Francisca de Asís
de segundo nombre, como el del cornúpeta del Reino y esposo de la Reina).
Con
él tiempo la díscola y contestataria Eulalia se casó con su primo carnal
Antonio de Orleans y Borbón (hijo del Duque de Montpensier y de su tía Luisa
Fernanda) y tuvieron dos hijos.
Contamos
aquí la historia del menor, de nombre Luis Fernando de Borbón. Como hemos visto
era primo hermano de Alfonso XIII, y María Cristina (la Reina Regente) lo
distinguió desde su nacimiento con el Título de Infante de España.
Educado
desde su infancia por los jesuitas del Beumont College, empieza a manifestar
ciertas “tendencias y malos hábitos” (era muy amanerado). A los 12 años de edad
sus padres se separan y prácticamente pierde el contacto con ellos (ambos
siempre de viaje y amantes; sobre todo el padre; al que su hijo adoraba; que
gastó su fortuna con Carmen Jiménez “La Infantona”, a la que Alfonso XII le
otorgó el título vacante de Vizcondesa de Térmens, solo por ponérsela dura a su
augusto tío. Ella merecerá otra entrada del Blog.
Desde
entonces hasta su mayoría de edad pasa temporadas en la finca de Torrebreva,
solar de los Montpensier en Sanlúcar de Barrameda y en Sevilla, donde con 20
años fué Hermano Mayor Honorífico de la Hermandad de la Coronación de Espinas y
Nuestra Señora del Valle, desde 1909, hasta 1921.Un día decide dedicarse al
teatro y marcha a Paris (en contra de su madre) donde se afinca con una
considerable asignación económica mensual y donde se le conoce como “El Infante
de España”.
Pasa
a convertirse en habitual de las fiestas del Faubourg Saint-Germain, en aquel
desenfrenado Paris de la Belle Epoque, donde deslumbraba por sus extravagantes
disfraces (como el de Dios Azul: desnudo y pintado de añil sobre un elefante
con un turbante cuajado de diamantes y un nutrido séquito de efebos y
danzarines), y por sus fastuosas fiestas (a veces organizaba cenas para mil
invitados).
Durante
esos años fue entrando en “ambiente” y como era muy simpático y con “don de
gentes” llegó a ser el Relaciones Públicas del Hotel Marigny, (Hotel convertido
en un burdel homosexual y donde en 1918 sorprenderían a Marcel Proust “jugando” con niños) para
organizar orgías y encuentros “reservados”. Era considerado el “celestino” del
mundo gay de Paris y usualmente era
también el proveedor de alcohol y cocaína de esos saraos. Y también compulsivo
consumidor de ello. Quizás por eso era muy apreciado por sus amigos, entre los que se
contaban Cocteau, la Mistinguette y el Maharajá de Kapurthala.
El
Embajador español José María Quiñones de León informaba de todas estas idas y
venidas a Alfonso XIII (ya rey) que estaba al tanto de todo. Como también lo
estaba en Gobierno Francés que hacía la vista gorda.
Pero
lo que no pudo pasar por alto fue un caso de asesinato. Una noche el Luis
Fernando organiza en su casa un trío con su amante (un portugués llamado
Antonio de Vasconcelos) y un joven marinero, pero en el curso de los juegos
sexuales, “se les fue la mano” y el mozo murió estrangulado.
Lo
cierto es que envuelven el cuerpo en una alfombra y lo llevan a la Embajada de
Portugal para que se hagan cargo del cadáver, pretendiendo acogerse al
principio de extraterritorialidad diplomática: Como el Embajador luso expulsara
a Vasconcellos y a la comitiva de la Sede, deciden dar un paseo con el muerto
hasta la de España con igual resultado. El cadáver del nauta follarin acaba tirado en
una calle (con alfombra incluida). El Gobierno de Francia envía una carta reservada a Alfonso XIII y
expulsa al primo de suelo galo.
El
Rey lo desposee del Título de Infante y le prohíbe la entrada en nuestro
territorio. Al recibir la carta de comunicación, éste le responde con una
visionaria misiva en la que incluye el premonitorio párrafo: “Me
retiras lo único que no puedes ordenar, pues nuestros títulos son inherentes a
nuestras personas. He nacido y moriré Infante de España, como tú has nacido y
morirás Rey de España, mucho tiempo después de que tus súbditos te den la
patada en el culo que te mereces”. Chúpate esa Alfonsito.
Después
de intentarlo en Bélgica (que entonces no era tierra de asilo de indeseables…)
se afinca en Lisboa. Pero al poco vuelve a las andadas y en 1926 la policía
lusa lo detiene intentado cruzar la frontera disfrazado de mujer, y lo acusan
de contrabando.
En
1927 se asienta en Venecia, donde compra los favores de quien quiera venderlos,
sea gondolero o no. Allí el Infante también intenta cometer una estafa con
cheques sin fondos.
A estas
alturas su madre (que no consigue que nadie meta a su hijo en la cárcel, a
pesar de pedírselo a los gobiernos de los países donde recala), intenta
(ingenuamente) que “siente la cabeza” o que al menos remedie su mala situación
financiera intentando casarlo con una rica divorciada estadounidense. Pero el
“niño” (40 años) se “subió a la parra” y pidió una suma por darle a la “yanqui”
su título nobiliario que a ella le pareció excesiva.
Un
año después y desesperado financieramente propone matrimonio a la Princesa
viuda de Broglie una anciana de 73 años (treinta mayor que él) que además de
años tenía dinero suficiente para ser considerada la mujer más rica de Francia.
El problema es que la señora acepta. Cuando los cuatro hijos de la señora (y
futuros herederos) se enteran del negocio inician una batalla judicial para
impedirlo (intentan declararla incapaz). Pero infructuosamente pues la pareja
se casa por lo civil en Inglaterra en 1930 y más religiosamente en San Remo,
donde la madre de Luis Fernando les cedió una casa.
Luis
Fernando vuelve a París a sus correrías con la cartera llena, hasta que en 1934
es detenido de nuevo por su asunto con menores y es expulsado de nuevo “por
indeseable”; por lo que se traslada a Italia (dejándose a la esposa detrás, que
a estas alturas ya había tenido que vender sus fincas y castillo en Chaumont).
Durante esos años coincide con la exiliada Familia Real Española, pero no
mantiene contacto con ella.
Durante
la Guerra Civil, intenta volver a España, pero no se lo permiten las
autoridades. Aunque en 1940 consigue “colarse” y visita a su familia en
Sanlúcar de Barrameda. Todos le
encuentran muy desmejorado, pero era muy apreciado (cuando salía a pasear solía
repartir billetes de 100 pesetas a las personas que él consideraba de aspecto
menesteroso).
Vuelve
a Francia (solo) aprovechando un cambio de Gobierno en el país: El país ha sido
ocupado por los nazis. Así como ilustre epílogo a su licenciosa vida salva de
la deportación a decenas de homosexuales pagando (el dinero lo ponía su tía
Paz, única amiga) su paso a España (donde aún tenía fieles amigos) e incluso
llega a coser en su ropa la estrella amarilla que debían llevar los judíos y a
pasearse con ella como muestra de solidaridad.
A principios de 1945 se le detecta un cáncer de testículos
por lo que le someten a una complicada operación de castración, falleciendo tras
ella, en
junio
de ese mismo año, a la edad de 57 años y viudo desde hacía dos años.
Antes de fallecer consiguió ver la liberación de París. Sus restos mortales
descansan en la cripta de la Iglesia del Corazón de María en París, ya que su
familia además de no ir al entierro impidió que sus restos regresaran a España.
Triste final para todo un personaje.
Muy interesante. Siempre digo que vivimos en el país de Rinconete y Cortadillo, el Buscón y el Lazarillo de Tormes. Y los personajes públicos son fiel reflejo de la sociedad en que vivimos.
ResponderEliminarGracias por la lectura amigo.
ResponderEliminarInteresante...
ResponderEliminarMuy interesante Ezequiel, no permitas más sequías.... Saludos
ResponderEliminarSe me olvidó, soy Marisa
EliminarVaya pájaro.
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